Allí estaba él, frente aquel árbol gigante de Navidad en medio de aquella pequeña plaza.
Realmente era el árbol más bonito que en años había visto, con unas brillantes luces blancas y una brillante estrella color azul arriba del todo. Tal vez no era de aquel chico de quien estaba enamorada sino de aquel árbol que me llenaba de vida. Aunque he dé decir entre risas que aunque el árbol me iluminase el alma era el chico quien me la iluminaba totalmente.
Cada vez paso que daba hacia delante los latidos de mi corazón aumentaban cada vez más, mientras que mi cabeza únicamente decía ''Retrocede,¿qué haces aquí?'' pero ignorándola yo le decía ''es el momento''. El momento de decirle que le quería. El momento que llevaba años esperando decirle sin ningún miedo. sin ninguna verguenza, estaba realmente enamorada del chico que a pocos segundos de que mis pasos dieran a andar volvió la cabeza y con brillo en sus ojos marrones me sonrió con una larga sonrisa enseñando sus dientes.
Corrí hacia él sonriéndole sonrojada y en el momento en que nos quedamos uno frente del otro, él comenzó a inclinarse a darme dos besos pero yo, tan feliz como siempre, le rodeé el cuello con mis brazos y le abracé más fuerte que nunca.
Había vuelto por Navidad.
¿Quién no sabía ya que tenía unas enormes ganas de volverle a ver después de tantos meses?
Creo que ya lo sabía media ciudad y que ellos llegaron a desear su regreso de haber sido tan pesada nombrándole.
-Te he echado de menos- dije mirándole a los ojos sin soltar mis brazos de él.
-Yo también, cuatro meses sin vernos, me alegro que hayas venido- contestó sin ocultar su sonrisa-
¿Por qué no me has llamado? y mejor dicho, ¿por qué no has contestado a mis llamadas?
Genial. El amor de mi vida me hace esta pregunta, ¿tan pronto?, ¿no podía esperar después de la cena? Échale valor, Nana.
-No es que no haya querido, no he podido...- respondí bajándo los brazos y metiéndome las manos en los bolsillos del abrigo -¿te he dicho lo mucho qué te he echado de menos?- sonreí con una grandísima sonrisa.
-Nana-dijo frunciendo el ceño- empieza por explicarlo mientras nos sentamos en el banco.
Mientras nos sentábamos mi cabeza empezó a darme vueltas, era increible que después de tantos meses no hayamos hablado ni siquiera una vez y que, estando dispuesta a decirle que... Mejor dicho a explicarle... Intentar explicarle...cómo....
-¿Cómo puedo decirte que te quiero desde hace dos años? ¿cómo te digo qué siento muchísimo no haber estado ahí cuando María te dejó? ¿Cómo te digo tantas cosas sin que te vayas corriendo tanto literal como de mi vida? Nadie se merece lo que pasaste, nunca quise guardarme el secreo de que María estuvo con Pablo mientras estuvo contigo. ¿Qué clase de amiga soy en estos momentos que no tiene el valor de decirte todo esto?
-Javier, hay una cosa que no sabrás pero yo te lo explicaré muy fácil, se llama trabajo, unos están estudiando en la mejor Universidad y otros, por ejemplo yo, trabajamos en una cafetería llena de deliciosos gofres, tortitas, crepés de chocolate sufriendo por ganar míseros euros- hice una pausa mientras abría el bolso y sacaba un estuche envuelto en papel con la cara de Papá Noel riéndo- No he podido porque un año más a tu lado quiero decirte, Feliz Navidad, querido amigo.
Mientras Javier ponía cara extraña, abría el regalo sin decir nada, no podía dejar de mirar sus labios enrojecidos y casi morados por el frío.
-¡Javier, venga ya!- solté de repente interrumpiéndole y mirándole con cara de puchero- venga, ábrelo, te va a encantar.
-Eres de lo que no hay, Nana, pero..- se calló de repente cuando abrió la caja y dentro había un Rolex color negro con los números y manecillas color gris- ¡Está guapísimo! ¡Me encanta, en serio! ¡Cómo te quiero!
-Si, si, muchos alagos pero dame dos besos,¿no?- dije rozando con las yemas de mis dedos sus cálidas mejillas- y.. yo también te quiero.

No hay comentarios:
Publicar un comentario