Recuerdo la primera vez que topé con ella, tan romántica y a la vez tan apenada, como también cuando comencé a leerla cada noche antes de irme a dormir, leía siempre una de las cuatro noches y una mañana de la que se compone.
Alguien empujó la puerta principal de aquella cafetería llamada Rosie's. Apareció de la nada un chico alto, vestido con un abrigo bastante grande de color gris y al rededor de su cuello llevaba una bufanda color rojo. Al mismo tiempo que le observaba, él se quitaba el sombrero que llevaba puesto antes de entrar y con sus dedos se peinaba su cabello negro. Bajé la mirada unos minutos intentando volver a leer el momento en el que me había quedado en la novela, era totalmente inútil seguir, pues me había desconcentrado aquel chico tan guapo y misterioso.
Sin darme cuenta, alguien se paró frente a mi mesa observándome, aunque en realidad, no era a mí a quien observaba sino a mi libro.
Yo, completamente distraída, comencé a levantar los ojos lentamente hacia aquella persona inmóvil.
Resultó ser el mismo chico que en unos minutos antes había entrado.
Descaradamente, permanecimos mirándonos a los ojos sin decir ninguna palabra, y de repente, se sentó en la silla que tenía delante y sin tapujos me dijo: ¡Me encanta Noches Blancas!, pero, ¿cómo...?
Se quedó callado durante unos segundos mientras yo con una pequeña sonrisa le miraba.
Comenzó a hablarme sobre la novela, me preguntó la parte que más me gustaba, si había terminado el libro... Él contestó por mí a todas las preguntas respondiendo que él ya se lo había leído unas cinco veces(al igual que yo), a él le gustó la segunda noche(al igual que a mí), y cuando la conversación iba a mejor, comenzó a preguntarme si solía venir por aquí ya que él frecuentaba mucho esta cafetería y nunca me había visto, pues hubiera reconocido a una chica tan guapa como yo.
Sonrojada, le contesté que no, que estaba de paso y por el cansancio decidí acomodarme en un asiento y tomarme un café mientras leía tranquilamente. Disculpándose me dijo que no dejara de hablar, pero cada una de sus palabras hacían que mi voz se escuchara menos. Únicamente quería pagar e irme rápidamente, pero no. Me quedé ahí, mirándole con mi media sonrisa como si nos conociésemos de toda la vida, como si frecuentásemos esta cafetería juntos para hablar de nuestro libro favorito.
A penas le escuchaba, pues solamente hacía gestos con los ojos y cejas mostrando atención cuando en realidad me había sumergido mentalmente en aquellos ojos verdes. Mi pensamiento estaba en otro lado, en otro mundo y era: ¡Madre mía, podría hablar con él toda una vida!
Pero no quisiera olvidar añadir que la vida está llena de sorpresas y cuando estás en un momento magnífico todo termina por alguna razón. Y fue...
De nuevo, la puerta se volvió a abrir y otra vez me distrajo, miré fijamente a esa dirección mientras él seguía hablando. Resultó ser una chica con tacones negros, vestida con un abrigo rojo y su larga melena castaña caía en su espalda mientras la movía con sus dedos. Repentinamente, comenzó a buscar con su mirada a alguien con quien supongo habría quedado.
Su mirada y la mía se cruzaron y empezó a dirigirse hasta mi mesa. Recuerdo que su mirada era penetrante sin quitarme los ojos de encima.
En ese momento me di cuenta que era la acompañante del chico misterioso el cual, así de la nada y con total confianza se sentó en mi mesa a hablarme de su vida.
Ojalá...Ojalá nos hubiésemos conocido mucho antes. O tal vez....
El chico sorprendido ante la llamada de atención de la chica tocando su hombro, rápidamente se levantó de la mesa poniéndose nervioso y procedió a darle dos besos en las mejillas mientras yo comencé a ser completamente una desconocida. Vale sí, ya lo era pero... Pero el interés que se había formado en nuestra conversación parecía que ya no le importaba.
El chico misterioso antes de irse con ella, me volvió a mirar fijamente con su sonrisa y se dirigió presentándose.
Su nombre era Javier y al mismo tiempo me dijo que se había alegrado de encontrarse por casualidad a una persona que le gustase de una manera inexplicable su libro favorito.
A pocos segundos se dio la vuelta cogidos ambos de los brazos hacia otra mesa.
Cuando se sentaron él y yo comenzamos a cruzar miradas, él reía con ella y luego me miraba con una pequeña sonrisa. Decidí irme. ¡Adiós! decía mi conciencia.
Así que, me levanté, puse el dinero en la mesa, el camarero amablemente me dio las gracias y al igual yo, cogí mi bolso y sin mirar hacia aquella mesa del fondo, salí por la puerta terminando con un suspiro en la boca que hacía que mi corazón se encogiera.
Y así fue como nunca más nos volvimos a ver.
Nunca digas nunca.
Pasaron dos días y el sábado decidí antes de entrar al piso pasar por la cafetería Rosie's a la misma hora que conocí a aquel chico, Javier. Miré con determinismo por el escaparate pero francamente él no estaba sentado en ninguna mesa. Mi rostro serio pasó a ser un rostro triste. Y me dije en ese momento a mí misma que si pasaría una vez más y no le volvería a ver, prometería nunca volver.
Precisamente así fue. Volví a pasar a la misma hora justamente el mismo día de la semana que nos vimos por primera vez y.. Allí estaba él, sentado frente a una chica. Ésta no tenía el cabello largo y ni siquiera el color era castaño sino moreno. Era mucho más guapa que la chica anterior.
¿Con cuántas queda?- dije en mi cabeza. Tranquila, serán amigas...
¡Oye! ¿Qué te pasa? Si no lo conoces de nada y ni siquiera sabe tu nombre...Le podrías haber dado tu número, tonta, que eres tonta.
Mi conciencia me estaba regañando por no decir que yo misma me regañaba... Pero él seguía ahí, riendo y yo, yo permanecía fuera observándolo como una psicópata.
No obstante, miró hacia donde yo estaba, se quedó mirando con la misma mirada que me miró cuando se sentó frente a mí, era mágica,transmitía en poco minutos confianza, seriedad. Se levantó de la silla, le dijo a esa chica la cual se quedó perpleja algo que lógicamente no escuchaba y se dirigió hacia la puerta. Yo, ante ese momento, me giré y seguí andando por la calle. Él gritaba: ¡Espera, Espera! Pero no quería girarme porque si me giraba mi mundo cambiaba y por fin permanecía tranquilo.
Sin embargo, me cogió del brazo haciéndome parar y con cara extraña me quedé inmóvil ante su mirada. Miré hacia otro lado, volví a girarme y seguí andando mientras él me preguntaba por qué cuando no era yo la que tenía que responder a eso. Y yo, desde en mi cabeza mirándole fijamente a sus ojos respondí: debiste haberme reconocido aquella tarde porque hoy ni siquiera eres capaz de reconocerme.
CONTINUARÁ....NN.

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