martes, 30 de agosto de 2016

Sin título.

Ahora que estás lejos, te dejo en libertad
para cuando regreses-que no es el caso- te odie un poco más.

Deseo que te vayas de mi mente.
Deseo que huyas hacia el amor que no hacia mis besos.

Tu dulzura me abarrota en estas cuatro paredes,me hace libre, me alborota y luego...
Luego me engaña como si fuera idiota.

Si la amas huye tras ella.
Prefiero que huyas a que te quedes esperando un te quiero de mi voz.
De mi ser. De mi corazón.

Prefiero que estés con ella que termines mintiéndome y volviéndome loca.
Vete. Huye te he dicho ya.

Mi corazón está curado de espanto como aquel día que me dejaste de amar.
No te sientas culpable por el dolor, más me siento yo por haberte querido en silencio un año tras otro.

Te escribo por el peso acumulado en la espalda que tengo,pero aunque acabe escribiendo de ti siempre me hago un favor a mí.
Y aunque sé que no me esperarás en el porche quiero decirte que yo tampoco pienso salir.

Ya te busqué un día y me siento imbécil, aunque quisiera volverlo a hacer así es como me vuelvo a mentir una y otra vez.
                                          NN.

jueves, 25 de agosto de 2016

El chico misterioso de la cafetería Rosie's.

Allí estaba yo. Sentada en aquel sillón color blanco frente a una taza de café con leche encima de aquella mesa redonda de color negra. Entre mis manos tenía abierto el libro del escritor Fiódor Dostoievski, concretamente, mi novela favorita, Noches Blancas.
Recuerdo la primera vez que topé con ella, tan romántica y a la vez tan apenada, como también cuando comencé a leerla cada noche antes de irme a dormir, leía siempre una de las cuatro noches y una mañana de la que se compone. 

Alguien empujó la puerta principal de aquella cafetería llamada Rosie's. Apareció de la nada un chico alto, vestido con un abrigo bastante grande de color gris y al rededor de su cuello llevaba una bufanda color rojo. Al mismo tiempo que le observaba, él se quitaba el sombrero que llevaba puesto antes de entrar y con sus dedos se peinaba su cabello negro. Bajé la mirada unos minutos intentando volver a leer el momento en el que me había quedado en la novela, era totalmente inútil seguir, pues  me había desconcentrado aquel chico tan guapo y misterioso.


Sin darme cuenta, alguien se paró frente a mi mesa observándome, aunque en realidad, no era a mí a quien observaba sino a mi libro.
Yo, completamente distraída, comencé a levantar los ojos lentamente hacia aquella persona inmóvil. 
Resultó ser el mismo chico que en unos minutos antes había entrado.

Descaradamente, permanecimos mirándonos a los ojos sin decir ninguna palabra, y de repente, se sentó en la silla que tenía delante y sin tapujos me dijo: ¡Me encanta Noches Blancas!, pero, ¿cómo...?
Se quedó callado durante unos segundos mientras yo con una pequeña sonrisa le miraba. 
Comenzó a hablarme sobre la novela, me preguntó la parte que más me gustaba, si había terminado el libro... Él contestó por mí a todas las preguntas respondiendo que él ya se lo había leído unas cinco veces(al igual que yo), a él le gustó la segunda noche(al igual que a mí), y cuando la conversación iba a mejor, comenzó a preguntarme si solía venir por aquí ya que él frecuentaba mucho esta cafetería y nunca me había visto, pues hubiera reconocido a una chica tan guapa como yo. 
Sonrojada, le contesté que no, que estaba de paso y por el cansancio decidí acomodarme en un asiento y tomarme un café mientras leía tranquilamente. Disculpándose me dijo que no dejara de hablar, pero cada una de sus palabras hacían que  mi voz se escuchara menos. Únicamente quería pagar e irme rápidamente, pero no. Me quedé ahí, mirándole con mi media sonrisa como si nos conociésemos de toda la vida, como si frecuentásemos esta cafetería juntos para hablar de nuestro libro favorito.
A penas le escuchaba, pues solamente hacía gestos con los ojos y cejas mostrando atención  cuando en realidad me había sumergido mentalmente en aquellos ojos verdes. Mi pensamiento estaba en otro lado, en otro mundo y era: ¡Madre mía, podría hablar con él toda una vida!

Pero no  quisiera olvidar añadir que la vida está llena de sorpresas y cuando estás en un momento magnífico todo termina por alguna razón. Y fue...

De nuevo, la puerta se volvió a abrir y otra vez me distrajo, miré fijamente a esa dirección mientras él seguía hablando. Resultó ser una chica con tacones negros, vestida con un abrigo rojo y su larga melena castaña caía en su espalda mientras la movía con sus dedos. Repentinamente, comenzó a buscar con su mirada a alguien con quien supongo habría quedado.
Su mirada y la mía se cruzaron y empezó a dirigirse hasta mi mesa. Recuerdo que su mirada era penetrante sin quitarme los ojos de encima. 
En ese momento me di cuenta que era la acompañante del chico misterioso el cual, así de la nada y con total confianza se sentó en mi mesa a hablarme de su vida.

Ojalá...Ojalá nos hubiésemos conocido mucho antes. O tal vez....

El chico sorprendido ante la llamada de atención de la chica  tocando su hombro, rápidamente se levantó de la mesa poniéndose nervioso y procedió a darle dos besos en las mejillas mientras yo comencé a ser completamente una desconocida. Vale sí, ya lo era pero... Pero el interés que se había formado en nuestra conversación parecía que ya no le importaba. 

El chico misterioso antes de irse con ella, me volvió a mirar fijamente con su sonrisa y se dirigió presentándose. 

Su nombre era Javier y al mismo tiempo me dijo que se había alegrado de encontrarse por casualidad a una persona que le gustase de una manera inexplicable su libro favorito.
A pocos segundos se dio la vuelta cogidos ambos de los brazos hacia otra mesa.
Cuando se sentaron él y yo comenzamos a cruzar miradas, él reía con ella y luego me miraba con una pequeña sonrisa. Decidí irme. ¡Adiós! decía mi conciencia.
Así que, me levanté, puse el dinero en la mesa, el camarero amablemente me dio las gracias y al igual yo, cogí mi bolso y sin mirar hacia aquella mesa del fondo, salí por la puerta terminando con un suspiro en la boca que hacía que mi corazón se encogiera.
Y así fue como nunca más nos volvimos a ver. 

Nunca digas nunca.

Pasaron dos días y el sábado decidí antes de entrar al piso pasar por la cafetería Rosie's a la misma hora que conocí a aquel chico, Javier. Miré con determinismo por el escaparate pero francamente él no estaba sentado en ninguna mesa. Mi rostro serio pasó a ser un rostro triste. Y me dije en ese momento a mí misma que si pasaría una vez más  y no le volvería a ver, prometería nunca volver.
Precisamente así fue. Volví a pasar a la misma hora justamente el mismo día de la semana que nos vimos  por primera vez y.. Allí estaba él, sentado frente a una chica. Ésta no tenía el cabello largo y ni siquiera el color era castaño sino moreno. Era mucho más guapa que la chica anterior.

¿Con cuántas queda?- dije en mi cabeza. Tranquila, serán amigas...
¡Oye! ¿Qué te pasa? Si no lo conoces de nada y ni siquiera sabe tu nombre...Le podrías haber dado tu número, tonta, que eres tonta.
Mi conciencia me estaba regañando por no decir que yo misma me regañaba... Pero él seguía ahí, riendo y yo, yo permanecía fuera observándolo como una psicópata.

No obstante, miró hacia donde yo estaba, se quedó mirando con la misma mirada que me miró cuando se sentó frente a mí, era mágica,transmitía  en poco minutos confianza, seriedad. Se levantó de la silla, le dijo a esa chica la cual se quedó perpleja algo que   lógicamente no escuchaba y se dirigió hacia la puerta. Yo, ante ese momento, me giré y seguí andando por la calle. Él gritaba: ¡Espera, Espera! Pero no quería girarme porque si me giraba mi mundo cambiaba y por fin permanecía tranquilo.
Sin embargo, me cogió del brazo haciéndome parar y con cara extraña me quedé inmóvil ante su mirada. Miré hacia otro lado, volví a girarme y seguí andando mientras él me preguntaba por qué cuando no era yo la que tenía que responder a eso. Y yo, desde en mi cabeza mirándole fijamente a sus ojos respondí: debiste haberme reconocido aquella tarde porque hoy ni siquiera eres capaz de reconocerme.


CONTINUARÁ....
                                                                                                                NN.

martes, 16 de agosto de 2016

Hoy he vuelto a soñar.

He soñado con cada una de tus pupilas.
He soñado con ese amanecer brillante y desgarrador que nos invade el corazón, al igual que los atardeceres de playa los meses de verano cogidos de la mano.
He soñado con nosotros, nos volvíamos a querer sin pensar ni en lo de hoy ni en lo de ayer.No necesito que me busques en mis días tristes y de rabia ya que para eso estoy yo misma, para repetirme cada día que el amor se puede encontrar de nuevo en cualquier esquina equivocada,
en cualquier supermercado, en cualquier cafetería...
Y hoy sin ti, debo decir Sí.Sí a irme lejos,sí a esperar sin prisa pero sin pausa, sí a bucear lo más profundo del océano sin ahogarme para no tener que pensarte.

Toda en esta vida se pasa, se supera, se destruye, se olvida en el fondo de tu corazón, y tú permaneces ahí, en el fondo muy fondo dónde en mi vida ya no existes ni siquiera con tu presencia arrogante y manipuladora.



No necesito tu presencia cerca para poder vivir porque ya vivo sola y sin mentir, vivo feliz, sin tus besos, sin tus abrazos, sin contar todos tus lunares cada mañana, porque vivir sin ti es igual a vivir tranquilamente,y el vacío poco a poco se hace cada vez más pequeñito
y tú ya no eres el único que importa, ahora soy yo de quien realmente me preocupo. Por mí y por los que sí de verdad me quieren.

Y la vida, la vida sigue como quien dice y las ganas de mandarte al diablo desaparecen sin ningún rastro.Desaparece cada parte de ti y solo quedo yo,felizmente yo.

Gracias por irte de ella.

Gracias por este alivio que hace que no te recuerda.
                     
                                            NN.